Comentario
El último de los foros imperiales y el más grande también. Ya la preparación del terreno fue una obra de tanta envergadura como una gigantesca operación de poliorcética: remover de su emplazamiento el collado que unía el Capitolio con el Quirinal. La inscripción dedicada por el senado y el pueblo romano a Trajano en el basamento de su célebre columna se refiere en estos términos a aquella remoción del suelo: Ad declarandum quantae altitudinis mons et locus tantis operibus sit egestus. La altura del collado alcanzaba, pues, la altura de 38 m que mide la columna.
La falta de espacio disponible en el valle de los foros imponía como solución única la apertura de un amplio paso hacia el Campo de Marte, destruyendo el collado, el Atrium Libertatis y un tramo de los muros Servianos que lo ocupaban. El nuevo foro, de 300 por 185 metros, formaba un ángulo recto con el de Augusto. Un arco de triunfo de un solo vano, pero de enormes pilas laterales, señalaba la entrada por aquel lado de fachada cóncava. En el centro de la amplia plaza se alzaba la estatua ecuestre, colosal, del emperador. Detrás del tercio medio de los pórticos laterales, dos exedras, evidentemente inspiradas en las del Foro de Augusto, ensanchaban considerablemente el eje transversal de la explanada, a la altura de la estatua ecuestre. En lugar del templo que sería de esperar como en los otros foros, lo que el espectador veía al fondo eran la fachada lateral y los tres vestíbulos de una inmensa basílica, la mayor de cuantas fueron construidas en Roma (170 metros de largo por 60 de ancho), la Basílica Ulpia, de cinco naves y dos ábsides en los lados cortos, rimando con las exedras de la plaza hasta en el pormenor de las edículas que se abren en el fondo de sus ejes. Esto que en el plano salta a la vista, podía pasar inadvertido al visitante poco observador, lo mismo que las relaciones axiales del foro con todos los demás. Es preciso observar un plano de conjunto para percatarse de la perfecta concatenación existente entre ellos.
A espaldas de la basílica se alzaban la columna, pensada ya para depósito de las cenizas del emperador; las dos bibliotecas, griega y latina que la flanqueaban, y la gran exedra del Templo de Divo Trajano, todo ello planificado desde el primer momento, aunque la terminación corriese a cargo de Adriano. Este segundo patio porticado es el centro ideal del foro. Sus tres ámbitos -plaza, basílica y recinto templario-, suponen una concepción espacial plenamente romana, muy propia de Trajano y que sólo en una mente romana cabía concebir. Apolodoro de Damasco era un griego helenístico, cierto, pero el helenismo llevaba muchos siglos adormilado y lo que en el imperio se decía y se hacía salía de Roma. Por eso no tiene sentido hablar del helenismo a estas alturas de la romanidad.
También en la decoración escultórica del Foro de Trajano se impusieron ideas romanas. El gran ático que rodeaba la plaza, como en el Foro de Augusto, tenía una decoración escultórica, pero no de cariátides del Erechtheion, sino de prisioneros dacios, tipos etnográficos más representativos que los préstamos de la estatuaria ideal. Victorias sacrificando toros y adornando candelabros ponen la nota clasicista en los frisos figurados, y los acantos y cimacios completan la decoración del marco.
Amanecía un nuevo clasicismo, pero no ya inspirado en Grecia como el de Augusto, sino en el de Augusto mismo. La herencia flavia no se pierde del todo. El Arco de Trajano en Benevento es un digno continuador del Arco de Tito, pero está allí para demostrar que el arte patrocinado por Trajano -el del clasicismo romano- no era excluyente ni intolerante. El uso que Apolodoro hace de mármoles polícromos, de gigantescos fustes monolíticos de granito egipcio y de cipollino, ambos sin pulir; y a su lado, de fustes estriados de giallo antico y de pavonazzetto, demuestran que se sentía tan romano como Rabirio, el de la Domus Flavia.